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SAITO «DOWNFALL»
DiscosArtista: Saito
Album: Downfall
Label: Force Inc. / Mille Plateaux
Fecha de lanzamiento: 26 de junio 2020
Tracklist
‘Downfall’ es el primer álbum bajo el nombre de Saito creado por Lena Saito, también conocida como Galcid. Ha sido producido por Hisashi Saito, un gurú del sintetizador analógico y esposo de Lena. Descendiente de una destacada estirpe de herreros japoneses, el sonido industrial del acero se incrusta en el ADN de Lena y se refleja en su música. Sin embargo, también hay tonos refinados e hipnóticos que muestran un lado más delicado.
La música del álbum en sí no está pautada y es predominantemente improvisada, igual que las palabras y voces. A veces las máquinas responden como a través de telequinesis, emitiendo un sonidos que se pueden clasificar en algún lugar entre la música de baile experimental y algo que posiblemente tenga más sentido para las mentes iluminadas, como un nuevo ejemplo de Ultra Black of Music.
El álbum es un buen ejemplo de ritmos inquietantes y un esfuerzo de hacer no-música armada con inventiva y experimentación al 100%. Nos cuentan que debemos entenderlo como un bestiario conceptual sobre lo geo-político, económico, estético, cosmológico y la problemática social de nuestro tiempo. En este contexto, ‘Downfall’ especula sobre múltiples formas en las que el objetivo, mundos sonoros inhumanos que rugen debajo del aparato sensitivo de los humanos, impregna y coloniza suavemente nuestro alien-humanoide.
ENTREVISTA A DJ RUSH
Entrevistas“La gente ha estado encerrada tanto tiempo que saldrá con una sola cosa en mente, se soltará y se volverá loca. Estoy deseando que llegue ese día”
Su nombre, en cierto modo a su pesar, va indisolublemente unido al hard techno, y más en concreto al schranz, un estilo que funciona sobre aniquiladoras bases a un galope de 150 bpms. Y digo a su pesar no porque DJ Rush reniegue del techno, que no lo hace, sino porque él es más que techno. Emparentado con el house y la música disco, el autor de la mítica ‘Get on up’ nos abre las puertas de su mente inquieta y nos atiza un rayo de esperanza para cuando termine esta época oscura. Con un poco de suerte, la gente volverá a bailar en los clubes en vez de regresar al maldito postureo, pronostica.
Lo primero, ¿cómo estás, cómo te va en este extraño período que nos ha tocado vivir?
Todo bien por aquí de momento. Sí, los tiempos son raros, y tan ‘conectados’… Es como si fuésemos actores en una película y alguien nos estuviese mirando. Por mi parte estoy aguantando con la mente despejada, observando cómo se desarrollan los acontecimientos día a día y haciendo lo que está en mi mano para mantenerme sano y salvo.
¿Dónde estabas cuando el volcán coronavirus entró en erupción?
Vivo en Portugal y como sabes es uno de los países con menos casos, especialmente donde yo vivo, en el sur. Pero recuerdo estar viajando meses antes y escuchar cómo se iba acercando esta situación. De todas formas, yo siempre trato de mantener las distancias cuando viajo, porque mucha gente parece estar enferma en los aeropuertos y hoteles, así que andaba bastante alerta mucho antes de que el tema empezara.
¿Te pilló lejos de casa?
En mi último gig antes del cierre ya viajaba con mascarilla y estaba bastante nervioso y alerta. Cuando terminé y por fin estaba de vuelta en casa sentí alivio, porque todo lo que oías en las noticias era información sobre el brote. Me siento muy afortunado, porque en mi profesión estoy siempre rodeado de tanta gente, dándome la mano, besándome en la mejilla, abrazándome y hablando cara a cara en un espacio reducido…
Supongo que todo esto habrá cambiado mucho tus planes inmediatos. ¿Nueva situación, nuevos proyectos?
Bueno, tampoco han cambiado tanto. Intento vivir sin estrés. Cuando se trata de música la cosa va de divertirse y no tomárselo muy en serio, llevo en este negocio tanto tiempo que sé que si bajas la guardia por un minuto puedes perder la cabeza… y a ti mismo. Lo único que me duele es no haber podido ir a casa [él es de Chicago] a ver a mi madre por su cumpleaños y al resto de mi familia, voy sin falta tres veces al año. Pero bueno, ahora videochateamos más a menudo, lo cual tampoco está mal. Además, desde que empezó esto estoy recibiendo un montón de peticiones para colaborar en producciones de otros artistas y hacer remezclas, así que tengo muchas cosas que me mantienen ocupado. El cerrojazo me ha permitido tomarme las cosas con calma y trabajar más a mi aire.
Tu vídeo ‘Party at Home’ [un set megacañero con imágenes de Rush en acción mezcladas con otras de la artista Malika Maria con un rollo bastante cabaret sadomaso] lleva más de 36.500 visionados. ¿Están muy hambrientos los techno adictos, te han pedido more more more?
Me parecía tan excitante hacer este vídeo con mi talentosa amiga Malika Maria y darles a mis seguidores algo diferente mientras estaban encerrados en casa… La noche que lo lanzamos fue emocionante. Tanto amor, tantos comentarios agradables, la gente disfrutó de verdad. Sí que he tenido peticiones de hacer más vídeos y dado que la gente lo pide… aún tengo algo guardado en la manga para mi leal base de fans.
¿Crees que la escena será capaz de recuperarse este año? ¿Bailaremos con mascarilla?
Lo hará si no pensamos a lo grande. Necesitamos dar pasitos de bebé para conseguir que las cosas vuelvan a la normalidad. Tenemos que aprender de la situación para construir un futuro mejor. No siento la menor urgencia por volver pronto a los grandes festivales y megaclubes. Pero si pensamos en pequeño y avanzamos no hay razón para que no podamos recuperarnos y comenzar la fiesta otra vez, incluso con mascarilla, ¿qué importa? Primero, seguridad, y entonces podremos disfrutar nuestras vidas otra vez y celebrar con los demás. Siempre dijimos que la música sanaría el mundo, ¿no? Pues este es el momento de demostrarlo.
Ponte que vuelven los festivales. Pueden pasar dos cosas: la gente está asustada y se comporta raro. O la gente quiere bailar más que nunca. ¿Qué opinas?
Cuando las puertas se abran nuevamente se sentirá una vibración diferente y veremos surgir una cultura de club absolutamente nueva. La gente ha estado encerrada tanto tiempo que saldrá con una sola cosa en mente, se soltará y se volverá loca. Estoy deseando que llegue ese día, se sentirá como cuando todo empezó y ocurrirá lo que se supone que tiene que ocurrir: gente divirtiéndose, bailando, gritando con la música sin más preocupación; sólo tú y la música. Y no eso en lo que la escena ha acabado convirtiéndose: nadie bailando, sólo tratando de parecer guapo y trendy y dándose paseos por la pista. Creo que después de esto la gente asumirá que nuestra forma de vivir no está garantizada, que la próxima vez podría ser el final. Así que vivamos y disfrutemos cuando esto termine.
En una entrevista en 2012, hablando de cuando te estableciste en Europa, te mostrabas exultante y agradecido al techno. ¿Qué queda de ese sentimiento?
La música es una parte de mí, eso nunca cambiará. Cuando me mudé a Europa llegué con una sonrisa enorme, listo para recibir lo que me esperaba y también para entregarme y ser yo mismo. Tuve la suerte de poder salir de Estados Unidos, ver mundo y llamar a Europa mi segundo hogar. Desde entonces mi estilo musical se ha ampliado y alcanzado niveles que nunca hubiera imaginado. El house y la música disco son mi padre y mi madre, y el techno, mi hermano.
En los últimos años no has parado de publicar álbumes y EPs. ¿Estás ahora metido en el estudio?
Voy al estudio de tanto en tanto, cuando tengo una idea o algo de repente me inspira, entonces bajo las escaleras corriendo y lo pongo todo junto. No me obligo a hacer música, no tengo necesidad. La música es mi vía de escape y mi lugar de diversión, así que no la abordo como un trabajo. Dicho lo cual… Podéis esperar algo mío especial entre septiembre y octubre. Así que preparaos para poner el culo en movimiento.
Te gustan multitud de estilos, pero como productor siempre te has inclinado por el techno. ¿Por qué esa predilección?
Este lleva siendo mi problema desde hace años… La mayor parte de la música que yo hago no es techno, este es el género en el que estoy etiquetado. Mi background es house y el house admite diversas formas y estilos. Lo mío son más beat tracks o jack tracks, pero todo el mundo dirá: “Techno, techno”. Llevo diciéndole lo mismo a la gente desde 1998, pero sigo siendo considerado un productor de techno. Un día dije que me gustaría hacer música para ascensores, jajajá. No sé si sucederá alguna vez.
(Pues qué bochorno, yo también la consideraba techno, pese a su singularidad). En cualquier caso, ¿es el techno hoy un lugar para la resistencia o eso es también un lugar común?
El techno es comodidad, es tu casa lejos de casa, tu lugar donde encontrarte a ti mismo, tu sitio para dejarte llevar. Puedes huir de la mísera realidad cuando llegas al mundo del techno. Se adapta a todo el mundo, en cierto modo.
¿Su futuro está en replegarse sobre sí mismo o crees que hay camino para la investigación?
Siempre hay espacio para crecer, nunca dejas de aprender, por eso siempre hay nuevos artistas, todo el tiempo, llevando las cosas al siguiente nivel. Alguien con suficiente capacidad de aguante en esta industria usará lo que dio el pasado para crear un futuro y contribuir así a la cultura.
¿Lo que se ha dado en llamar música urbana (trap, reguetón…) tiene algún interés para ti?
Como artista y dj, nunca deberías cerrar tu mente a ningún género musical. Ser abierto no te convierte en una mala persona ni en alguien con mal gusto, solo se trata dejarte inspirar por otras formas artísticas. Dicho esto, el trap no es para mí. Si escucho algo que me gusta, pues vale, pero nunca me esforzaría en asistir a un evento centrado en este tipo de música.
Hace poco le pregunté a la productora y dj Cora Novoa si creía que el techno era todavía la música más hot del universo. Ella cree que sí. ¿Y tú?
El techno siempre estará ahí, y seguirá tirando, porque te permite ser tan creativo y moldearlo de maneras tan distintas… Además, no podrás alejarte de él porque el techno “is in your face, like my bass”…
Por Yiyi Jolie
@JolieYiyi
THE TRANSCENDENCE ORCHESTRA «FEELING THE SPIRIT»
DiscosArtista: The Transcendence Orchestra
Album: Feeling The Spirit
Label: Editions Mego
Fecha de lanzamiento: 29 de mayo 2020 (digital), mediados de julio (físico)
Formato: 2CD / 2LP / Digital
Tracklist
En el proceso de reubicación a los estudios Willem Twee en Den Bosch (Holanda), The Transcendence Orchestra (Surgeon y Daniel Bean ) dejaron que el amor se deslizara hábilmente por su puerta y reverbera alrededor de las paredes de la sala principal del estudio, un techo alto en una antigua sinagoga en el casco antiguo de la ciudad.
Trabajando intensamente para capturar sus ecos, indujeron a ese amor para que se deslizara por tuberías y cuerdas a través de circuitos resonantes, pasándolo por la habitación con batidores, bocinas y sonajeros.
Al regresar a casa con las grabaciones, comenzó a surgir un propósito. A través de un proceso de reconfiguración y exhaustivas pruebas, quedó muy claro que ese amor contenido en su interior podría transformar la percepción. Bajo la circunstancias correctas, y acompañado de la tecnología adecuada, podría ser utilizado como un mapa para navegar principios y finales. Como un lejano
canto fascinante o una canción popular psicodélica, podría conectarnos, ayudarnos superar los límites y sobrevivir. Quizás no intactos, pero al menos enteros.
‘Feeling the Spirit’ es el mapa, el amor empapado diligentemente en sus líneas, listo para guiar a aquellos perdidos o tranquilizar a aquellos dispuestos a explorar.
ENTREVISTA A JAVIER BLÁNQUEZ
Cultura, Entrevistas“Uno de los problemas actuales de la música electrónica es que ya no se distingue de la demás”
Es uno de los últimos periodistas musicales que le quedan a un país, este, donde muchos de los que se hacen llamar así se limitan a volcar las notas de prensa que les llegan cada día, la crítica es un género desaparecido y la entrevista, un trámite soporífero. Ha escrito en medios como la extinta Rockdelux o La Luna de Metrópoli, y es autor de nuestra biblia del género, ‘Loops, una historia de la música electrónica’ (Mondadori). Javier Blánquez tiene tanto que decir que esta entrevista, donde hablamos de Prince, de Underworld, de Joy Division, de Burial y hasta de Taylor Swift, se nos ha ido un poco de las manos. Pero una sobredosis al año no hace daño, ¿no?
Perdón que empiece poniéndome nostálgica y hablando de mí misma (no puedo con mi egolatría), pero es que para mí tú has sido dios en materia de periodismo especializado en música electrónica. Leía La Luna de Metrópoli sólo por tus críticas de discos. Qué tiempos, ¿no?
Buenos tiempos, en efecto, y que lamentablemente ya no volverán, así que habrá que quedarse con lo más grato que nos deje el recuerdo. Básicamente, que hubo una época en la que en los periódicos de mayor tirada había un pequeño espacio en el que se podía hablar de música que no encajaba en el molde comercial, y que aquellos suplementos ayudaban a la gente a descubrir música que no sonaba por la radio, o que no encontrarías en las páginas de cultura del mismo periódico. Pero ya fuera porque se perdió el interés colectivo por lo distinto -cosa que no creo, sigue habiendo curiosidad- o porque internet modificó nuestros hábitos de consumo, búsqueda y recepción de recomendaciones, poco a poco esos espacios empezaron a languidecer. Y ya no volverán.
Han pasado 10 años por lo menos desde entonces y de repente (que no sería tan de repente) cierra Rockdelux, que era uno de los medios donde escribiste durante mucho tiempo y donde decías, daba la impresión, exactamente lo que te daba la gana. ¿Cómo te sentó la noticia?
Mal, porque fue la primera revista en la que publiqué, cuando yo aún no tenía ni idea de nada, y si no hubiera tenido aquella primera oportunidad ahora estaría en otro sitio, y no estoy seguro de que fuera un lugar mejor. Pero más allá de eso, que es una cuestión meramente personal y sentimental, el cierre de Rockdelux sienta mal porque para mí era el último bastión de una manera ‘old school’ de hacer las cosas: con jerarquía y contexto, con un criterio que determinaba esa jerarquía y una manera de mostrar la actualidad. Entrevisté a Santi Carrillo en noviembre y él era consciente de que una revista como Rockdelux, tal como estaba planteada, no podía durar mucho. Pero el simple hecho de que existiera ya era importante: era un recordatorio de cómo eran las cosas antes, de que había cosas que no deberíamos perder, aunque supiéramos que era una batalla perdida.
Una de las cosas que se han perdido en este tiempo es la crítica. Convertido el público en crítico, ¿qué espacio le queda al periodista musical?
Supongo que muy poco, al menos al periodismo musical tal como se ha entendido en los últimos años: la crítica es un formato en coma, la entrevista se hace tediosa porque hay muy poca gente con ganas de decir cosas de verdad, y en las revistas online la tendencia es más a sostener una media estable de usuarios únicos -lo que lleva a seleccionar temas por su morbo y su fácil consumo, que por su profundidad-, y eso hace difícil desarrollar un trabajo crítico sostenido en el tiempo. Queda el articulismo y el reportaje en profundidad, pero con las tarifas que se manejan es difícil que alguien quiera dedicarse a eso, a menos que sea metiéndole pasión y ganas, que es algo que dura poco tiempo. Yo me dedico ahora más a la docencia, y es un espacio interesante porque está claro la mayoría de la gente joven desconoce muchas cosas, y está abierta a conocer, pero demanda algo que vaya más allá del texto escrito, así que supongo que el periodismo tendrá que derivar hacia las pantallas y el audio: podcasts y YouTube. A mí me pilla ya muy viejo y no sé mirar a la cámara, pero si tuviera que hacer algo ahora, sería un canal de difusión histórica en internet.
Tampoco parece que tengas grandes expectativas respecto a la música electrónica. ¿No será que lo que está sucediendo interesante de verdad no lo llegamos a conocer, dada la gigantesca oferta musical de hoy?
Uno de los problemas actuales de la música electrónica es que ya no se distingue de la demás. El pop, el hip hop y la música latina urbana han conquistado unos medios de producción que ya no tienen nada de distintivo, ni tampoco dan pie a día de hoy a crear un marco sonoro revolucionario. Eso no significa que no se estén haciendo cosas interesantes, pero es cada vez más difícil encontrarlas: el volumen de producción es imposible de manejar, y antes de llegar al underground donde están las cosas interesantes hay que desbrozar antes casi todo el pop, casi todo el trap, casi todo el reguetón. No es que no tenga expectativas, porque hay cosas en las que merece la pena creer -el trabajo con inteligencia artificial de Holly Herndon abre un marco teórico y práctico nuevo, con resultados muy sólidos, por ejemplo-, y hay movimientos muy interesantes en el marco del techno o el ambient, pero a la vez hay mucha «technostalgia» y separar el grano de la paja implica más horas de búsqueda, afinar el criterio, y todo ello sin que quede muy claro a qué lleva todo eso. Por eso, la actitud preferible terminará siendo la de abandonarse a la corriente, sumergirse tranquilamente en el caos, y escuchar «lo que Surgeon». El público del pop ya lo hace.
Has traducido un libro sobre Joy Division en el 40 aniversario de la muerte de Ian Curtis, ‘Una luz abrasadora, el sol y todo lo demás’, que publica en breve Reservoir Books. ¿Hay algo en el libro que haya sido, para ti, una revelación?
No diría tanto. La historia de Joy Division la conocía en lo esencial, y el libro tampoco contiene grandes novedades que vaya a sorprender a nadie o cambiar el sentido del relato. Lo que sí tiene, en mi opinión, y que supera a otras obras relacionadas con Joy Division -los libros de Deborah Curtis o Peter Hook, por ejemplo- es que tiene una voluntad clara de ser la obra definitiva y coral en la que todas las voces tengan un protagonismo parecido, de ser la exposición más rotunda y exhaustiva de la historia del grupo, de su época y sus circunstancias. Al fin y al cabo, el gran misterio que rodea a Joy Division no se puede resolver, porque tendría que hablar Ian Curtis. Y Curtis fue muy hermético en vida, y no dejó muchas pistas sobre su manera de pensar, sobre los secretos y las angustias que guardaba. El libro pone mucho orden en las cuestiones clave –los motivos de su suicidio, cómo fueron sus últimos días, su estado anímico–, pero aún así sigue quedando una duda constante, que supongo que es la que hace que se mantenga la fascinación por el grupo a día de hoy.
Soy la primera persona que conozco que, pese a haberlo intentado (incluso tengo varios álbumes), no ha logrado nunca que le gustase Joy Division (ahora es cuando mis amigos me dejan de seguir en las redes sociales. Ah, no, que no tengo). ¿Es grave? ¿Qué me estoy perdiendo?
No creo que sea la persona más adecuada para responder a eso. A mí siempre me han gustado más New Order, y aunque me interesan también Joy Division, y tengo los discos y todo eso, tampoco puedo decir que pertenezca al núcleo duro de esa religión. Comprendo la fascinación que generan, esa mística alrededor de la oscuridad, el desafecto por la realidad, la muerte, la depresión, etcétera, pero tampoco es algo que encaje mucho con mi personalidad. Hay aspectos que sí me atraen, que en ciertos momentos me llenan por su solemnidad (el uso de los sintetizadores en ‘Atmosphere’ o en ‘Decades’, por ejemplo), y comparto el marco intelectual en el que se desarrolló Ian Curtis, sobre todo en el aspecto literario, pero no respondo con esa fuerza intensa con la que conecta otra gente. ¿Es grave? No, no es grave, lo grave sería que no te gustara nada.
También tradujiste recientemente un libro sobre Prince apasionante, en el sentido de que, tengo entendido, era el resultado de lo que empezó siendo un proyecto autobiográfico. ¿Cuál es el origen de ‘The Beautiful Ones’ y qué dificultades te supuso?
En cierto momento a mediados de la década pasada, Prince sintió la necesidad de poner orden a sus recuerdos. En el libro se explica que en cierto momento empezó a sentir de manera clara y peligrosa la presencia de la muerte a su alrededor: empezaron a fallecer amigos y colaboradores, y si se había sentido inmortal en algún momento, empezó a ver claro que algún día le tocaría a él. Así que empezó a darle vueltas a la idea de un libro sobre él, que con el paso del tiempo se convirtió en un proyecto de autobiografía que iba a desarrollar con un periodista desconocido en el mundillo musical, Dan Piepenbring, pero que a Prince le había caído bien. Empezaron a trabajar, Prince llegó a escribir de su puño y letra una serie de cuartillas con recuerdos, y luego, de manera inesperada, falleció. El libro en ese momento sólo era un proyecto y no tendría por qué haber seguido, pero de la misma manera que los albaceas de Prince han estado publicando material de archivo almacenado en Paisley Park –según se cuenta, para generar ingresos que permitan mantener su casa como un futuro museo en Minneapolis–, también pensaron en qué manera esos materiales podían transformarse en un libro. Al final, fue un rescate de las notas manuscritas de Prince, una serie de fotografías inéditas y de documentos escritos –el primer borrador del argumento de ‘Purple Rain’–, y el libro es una especie de relato de los últimos años de Prince y de cómo empezó su carrera musical. Como traducción no fue un proyecto complicado. Lo único difícil fue traducir del lenguaje Prince al español, porque para decir «I» (yo) él decía «Eye» (ojo), pero escrito como si fuera un texto egipcio en piedra. Y sus «To» eran un 2, y sus «For» un 4… Así que tuve que inventarme un código, como de escritura SMS, para simular cómo escribiría Prince en español si usara esas abreviaturas y trucos (y de ahí salieron palabras como con100cian, muchos Q en vez de «que» y recursos así). El ojo del yo se quedó en un «Yo» mayestático, en mayúscula. Cosas así. Creo que es legible, dentro de lo ilegible que es este Prince jeroglífico.
¿Fue Prince el último músico que supo cultivar adecuadamente su misterio? ¿Las redes sociales han impuesto una cercanía perjudicial para los músicos, que ya no logran ser tan fascinantes como antaño?
No sé si fue el último, porque Burial también proyectó un aura especial gracias precisamente a esa opacidad absoluta con respecto a su imagen y su nombre, y de esto hace diez años, y el impacto fue muy intenso. Pero por mucho que me guste ‘Untrue’, hay que admitir que la carrera de Burial no es tan larga ni tan torrencial como la de Prince. Prince nunca fue transparente, nadie lo sabe todo, y cuando más se sabe sobre sus opiniones o sus gustos, o su forma de vivir y trabajar, en vez de arrojar luz lo que se consigue es ahondar en el misterio, y eso es fascinante, esas sombras son necesarias para construir un mito. En ese sentido, también son muy interesantes los últimos años de David Bowie, y estoy seguro de que él se mantuvo lejos del foco de manera deliberada, pues incluso ante la muerte nunca olvidó que era un artista, y que el misterio ayuda al arte. El problema de las redes sociales, en mi opinión, no es que muestren a los músicos como más cercanos, sino como más frívolos, al menos en el pop mainstream. El problema no es conocer más, sino que lo que conocemos es en realidad algo sin mucho interés: lo que comen, los amigos famosos que tienen en el mundo de la moda, sus secretos para tener unas uñas de medio metro, su último chapuzón en una piscina, el último tatuaje que se han hecho. Eso luego tiene un impacto también en la música: te la tomas menos en serio.
¿Lo llegaste a conocer?
No, nunca coincidí con Prince. Si hubiera llegado a actuar en el Liceu de Barcelona, quizá se hubiera dado la oportunidad, pero decidió no hacer aquella gira de piano y micrófono, y ya no hubo opción.
¿Cuál ha sido la estrella internacional que más te ha hecho sufrir en una entrevista?
Supongo que Rihanna, porque nos hizo esperar más de ocho horas a un grupo de unos 50 periodistas internacionales convocados en Londres. En realidad no me hizo sufrir, cuando nos dijeron que se retrasaría «algunas horas» nos dieron la posibilidad de salir a dar una vuelta, así que me fui a Piccadilly, me compré un libro, y luego estuve leyendo en la sala de espera, bebiendo té. Al cabo de ocho horas, Rihanna apareció, me dieron turno en la segunda mesa redonda, acabé y me fui.
¿Y la más esquiva?
Seguramente Taylor Swift, porque la entrevista (además, por teléfono) ya estaba directamente condicionada por su discográfica y su equipo de prensa: era más larga la lista de temas prohibidos -no le preguntes por política, ni por sus novios, ni por esto y lo otro- que los temas permitidos, así que al final quedó una cosa muy sosa y no hubo manera de esquivar los obstáculos, que hay maneras de hacerlo, pero con ella no se pudo. Una vez entrevisté a Carla Bruni y la consigna era: «no le preguntes sobre Sarkozy». Pero conseguí dar un rodeo y le pregunté por Sarkozy, y me respondió muy bien.
¿Y la más seductora?
No sé si seductora es la palabra, pero una de las entrevistas más insólitas y glamourosas que recuerdo fue una con Enya en Dublín. No fue en su castillo, sino en una mansión del siglo XVIII convertida en hotel de lujo -con pista de equitación y campo de golf-; a ella le habían reservado un salón con chimenea, tapices, cortinas nobles, candelabros, y te hacían esperar allí sentado un par de minutos hasta que aparecía. Y bueno, Enya es como te la imaginas: una mujer etérea, élfica, y además muy amable. Tampoco es muy abierta, porque quiere mantener el secreto, pero tiene algo profundamente encantador.
¿En el confinamiento has escuchado más música que habitualmente o te has hecho más bien una cura de silencio?
He escuchado tanta música como siempre, o más. Mi cura de silencio ha sido a nivel informativo y de redes sociales: el segundo es un terreno empantanado que es mejor no pisar, y el primero he querido consumirlo con cuidado, porque ha habido más interés por desinformar que por informar, así que me he refugiado en los libros, las películas y los discos. He aprovechado para escuchar decenas de discos que tenía en casa y que no me había puesto antes, sobre todo mucha música clásica, y discos electrónicos que si no los escuché en su momento, me he dado cuenta, era por algo; tampoco me han aportado mucho. No he tenido interés ni en las novedades ni en los DJs caseros, ni tampoco por el aluvión de recomendaciones: tengo centenares de libros, discos y películas por consumir, así que, obligado por las circunstancias, me lo he montado como si fuera un año sabático forzado.
¿Qué les pasa a los músicos famosetes españoles, que en cuanto ganan un poco de pasta se hacen más inaccesibles que Greta Garbo en su jubilación? ¿Están sobreprotegidos por managers y discográficas o son directamente tontos de remate?
Hay de todo, pero entiendo por dónde vas. Para muchos artistas el objetivo primero no es hacer música, sino hacer dinero. La música es un camino, como podría ser invertir en bolsa. Hay, en general, una urgencia por llegar lejos y lo más rápido posible, y ese impacto masivo –que antes conllevaba más tiempo y esfuerzo, primero te forjabas una carrera y el éxito llegaba, y con él la vida lujosa– ahora se puede conseguir más rápido y sin necesidad de dominar un oficio o tener un talento especial. Es más útil saberle sacar partido a los stories de Instagram que tener conocimientos de armonía o producción –que normalmente ya hará otro por ti–. Eso ha hecho que se borre en gran medida el espacio intermedio que hay entre los artistas y el público al que aspiran a llegar, y los medios de comunicación, salvo algunos en concreto, no son importantes para lograr su objetivo, y que cuando está alcanzado ya no necesitan más, sólo como un trámite para mantenerse. De todas maneras, las carreras hoy son mucho más frágiles que antes, el tiempo de atención del público más breve y la competencia más numerosa y feroz. Así que a mucha gente el karma les saldrá a devolver.
No me puedo ir sin referirme a ‘Loops’ y una espinita que tengo clavada desde que lo leí. ¿Por qué no te parecen interesantes Underworld?
Underworld me parecen interesantísimos, y acudo con regularidad al single ‘Rez’ y al álbum ‘Dubnobasswithmyheadman’. Los vi en 1996 en el Doctor Music Festival, cuando aún estaba Darren Emerson, y fue uno de los mejores directos de techno de estadio que he visto, junto con el de Orbital en el Sónar del 95. Ahora mismo no recuerdo qué se decía de ellos y qué espacio tenían en el libro –creo que estaban en uno de los capítulos de Juan Manuel Freire–, pero estoy seguro de que nunca se les ha dado la categoría de «no interesantes». Sí que es cierto que hay muchos nombres que requerirían más espacio, pero esto es tan aplicable a Stockhausen como a Daft Punk. El primer Loops tuvo que resumir un periodo de tiempo muy largo y una gran densidad de información en un volumen que puede parecer generoso en páginas, pero que planteó muchas limitaciones.
Me quedo más tranquila. Por último, ¿me das tres artistas electrónicos en activo a quien seguir?
Me ha gustado mucho el nuevo álbum de Vladislav Delay, la última novedad que escuché antes del confinamiento. Me interesa también el trabajo que está haciendo Kaitlyn Aurelia Smith en el ámbito del ambient. Y luego tengo una especial fascinación por Will Long (alias Celer), un músico americano que enviudó en circunstancias bastante tristes y se fue a vivir a Japón. Publica varios discos al año, todos de notas sostenidas (drones), pero con destellos de belleza que me dan una profunda sensación de protección. Muchos de sus discos sólo se encuentran en Japón (y en Spotify), y uno de los últimos, ‘Xiè Xiè’ –inspirado por el paisaje bladerunneriano de Shanghái–, fue una de las escuchas más plácidas del pasado otoño.
Por Yiyi Jolie
@JolieYiyi
ARNAUD REBOTINI «THIS IS A QUARANTINE»
Discos, ReviewsArtista: Arnaud Rebotini
Álbum: This Is a Quarantine
Label: Blackstrobe Records
Fecha de lanzamiento: 20 marzo 2020
Escúchalo en Spotify
Asintomático
Lo último de Arnaud Rebotini no puede ser más contemporáneo. Su serie de EPs [This Is a Quarantine] representa uno de los primeros álbumes concebidos, grabados, editados y publicados íntegramente durante la crisis de la Covid-19. Música de la nueva era, fruto de la distopía que nos toca vivir.
La Covid-19 es el centro del universo estos días. Todos hemos experimentado en primera persona lo extraño que resulta, lo traumática que parece, lo inaudita que es. Ha hecho sombra a cualquier otro tema de conversación, acaparando todos los titulares, hasta saturar nuestra capacidad de ordenar los recortes de prensa para reconstruir su historia.
Da la sensación que hubiesen pasado siglos desde aquel instante en que nos mandaron permanecer en casa; pero, si haces un pequeño esfuerzo, te situarás en el contexto adecuado. Esos días, las interminables jornadas de teletrabajo o el cuidado de menores daban igual: de pronto, todo el mundo se había quedado sin tareas que hacer. Nos lanzamos en masa a buscar alternativas que nos mantuvieran ocupados. Entonces se extendieron las clases de cocina online, viralizaron los challenges de deporte doméstico, surgieron los cantantes en los balcones y proliferaron las sesiones de DJ en streaming. De repente, todo el mundo parecía desesperado por reponerse de la distancia social con una generosidad nunca vista y arrimar el hombro para un bienestar común.
Para un músico, el encierro en casa o en el estudio (ambas cosas acaban siendo la misma) no es nada del otro mundo. Que se cancelen sus bolos sí que puede resultarle trágico, pero seguro que el rato que pase enjaulado no se aburrirá. Aunque la angustia y las preocupaciones no sean las mejores musas, el retiro siempre resulta propicio para la creatividad.
Arnaud Rebotini ha mantenido una actividad frenética en plena cuarentena. A los tres días de encierro, el artista francés anunció que se había propuesto lanzar cada viernes de confinamiento un tema nuevo, y logró mantener su promesa. Aunque la cosa llegó aún más lejos. Cada track fue ilustrado por su correspondiente clip, realizado por los creadores Thomas Bernon y Franck Podgusze, con la colaboración del Instituto Nacional del Audiovisual francés, que ha dejado sus archivos históricos a su libre disposición.
Cada tema de [This Is a Quarantine] fue compartido luego con otros artistas para que lo remezclasen. Rebotini tiró de agenda hasta conseguir involucrar a 24 amigos en su proyecto. Finalmente, han participado perfiles tan heterogéneos como Christian Zanesi, Phase Fatale, Leonie Pernet, Fabrizio Rat, Étienne Jaumet, Djedjotronic o Miss Kittin y The Hacker, abordando la idea central desde diversas sensibilidades. Por supuesto, todos ellos han colaborado a distancia. El resultado final es una colección de 8 EPs con casi 3 horas de música trepidante.
Por si toda esta entrega pudiera parecer poca, Rebotini está siendo muy dinámico en las plataformas digitales, adherido a la iniciativa United We Stream, en colaboración con el canal arte, para salvar la escena clubbing de las capitales europeas. O su actuación virtual en la plataforma Shotgun Disdancing, donde atendió las consultas del público por vídeo chat. Casi a diario podemos verlo en directo desde su casa, rodeado de su colección de teclados, con su aspecto de sicario con quien nadie en su sano juicio querría tener deudas.
Como los aplausos desde los balcones, [This Is a Quarantine] rinde homenaje a las profesiones esenciales durante el confinamiento. Esos que han mantenido viva la sociedad para que el resto pudiera permanecer en casa tranquilos, asegurando los suministros esenciales, los servicios básicos, jugándose el tipo en primera línea de riesgo. Desde los reponedores y cajeras de supermercado, pasando por equipos de limpieza, hasta alcanzar a los sanitarios. De todos modos, no nos encantemos con eso, ya que la verdadera debilidad de Rebotini es el ritmo metálico de la factoría, el lado duro y pesado de la cadena de producción.
¿Y a qué suena, en definitiva, la música de los nuevos tiempos? ¿Es acaso una sinfonía melancólica que añora tiempos pasados que no volverán? ¿O es el himno de la lucha en una reconversión industrial, que vocean los obreros al quemar neumáticos en la entrada al polígono? ¿O es la banda sonora de un documental (por cierto, Rebotini las ha compuesto espléndidas, y tiene un Premio Cesar por la música del film «120 Battements Par Minute») sobre un mundo irreconocible que se apaga poco a poco? ¡Pues va a ser que no! Su versión del presente es un trallazo techno para desentumecer los huesos y hacernos saltar agitando los brazos. El vivo deseo de saltar por la ventana y dominar el espacio público. Una inyección de adrenalina para despertarnos de la vida sedentaria e insuflarnos, de nuevo, la esperanza en la interacción social.
Entonces Monsieur Rebotini, ¿quiere usted decir que volveremos a bailar?
Por Emilio Ferrer
@EmilioFerrer
ENTREVISTA A DAVE CLARKE
Entrevistas“Ver cómo djs financieramente acomodados hablan estos días de lo preocupados que están ante la posibilidad de convertirse en ‘artistas hambrientos’ es repugnante”.
Está entre los más grandes del techno. Y en más de un sentido. Porque mientras la escena se degradaba progresivamente a lo largo de la última década, él seguía siendo ese dj con principios que pinchaba igual de bien delante de 20 que de 20.000; el que no aceptaba adaptar su música a este o aquel ambiente; el que acaba de pedirle a djs y festivales que devuelvan el dinero de las entradas de los cancelados al público; el que se pregunta en su página de Facebook cuál debe ser la responsabilidad del dj cuando se vuelvan a abrir los clubes, aún bajo la amenaza del coronavirus. A sus 52 años, este inglés exilado en Ámsterdam, el Barón del Techno, que define su actitud ante la vida como punk y anarquista, es un monumento vivo a la integridad. Y al hardcore. De lo mejor que ha dado la electrónica en toda su historia.
Como reacción al confinamiento, muchos djs y productores se han puesto a hacer streamings. ¿Qué opinas sobre estas sesiones solitarias? ¿No crees que devalúan la experiencia?
Hay gente que cree que tiene que ser el centro de atención todo el rato y pierde el norte; están también los que se sienten como si alguien les estuviese arrancando la alfombra bajo sus pies. Y en medio de estas dos actitudes hay muchos otros. ¿Qué consiguen con el streaming? Bueno, deja al descubierto, de entrada, que bastantes Insta djs no tienen ni idea, porque cuando la cámara está cerca ves que todo es un fake, que tocan los controles y no pasa nada. Eso me parece divertido. El streaming también ayuda a determinados artistas a mantenerse en contacto con sus fans. Yo tengo la suerte de conducir unos cuantos programas de radio, uno de ellos semanal y que se oye a través de más de 100 canales, así que creo que ya estoy bastante expuesto… Si yo hago un streaming, detrás debe haber un criterio. Para empezar: ¿tengo una relación con la gente que lo está pidiendo? Segundo: ¿estoy compensando un evento que ha sido cancelado? Y tercero: ¿hay detrás una buena causa?
Siempre te has distinguido por un enorme respeto hacia tu trabajo. Has rechazado actuar en ambientes que no considerabas aceptables para tu música, por ejemplo. ¿Cómo has logrado atravesar tres décadas manteniendo intactos tus principios?
A veces he tomado malas decisiones, pero al menos han sido mías… Tengo un manager, pero sólo para mis discos. En lo que respecta a pinchar soy yo quien decide, y la música está en primer plano, porque no tengo que pagarle una comisión a un manager. Se dice que algunos se llevan hasta un 50% de los honorarios de los artistas, sobre todo de los que empiezan, de manera que esos djs no tienen todo el control sobre su visión artística, por desgracia.
¿El techno es ideología? Djs como Claude Young han salido muy decepcionados tras las grandes expectativas que se crearon en las primeras décadas alrededor del underground como una forma de vivir, de pensar, de colaborar…
El techno ha sido contaminado, el dinero lo ha desfigurado. Los djs de techno verdadero aún están ahí, igual que lo están algunos de los promotores, pero en general se le ha cambiado el packaging por el de una máquina sombría de hacer dinero.
En mi familia, ver el vídeo de ‘What Was Her Name’ (el tema es de 2003) lleva años siendo ritual obligado en cualquier celebración. Es una comunión de techno y punk. ¿Aún crees en esa cara del techno, en su ‘espíritu punk’?
El punk va de cuestionar el status quo, creo que eso es siempre necesario.
Mantienes un contacto muy directo con tus fans a través de Facebook, pero también fuera de la red, como cuando has intentado defenderlos de las intenciones de algunos organizadores de no devolver el dinero de las entradas de festivales cancelados. ¿Es importante no perder nunca la perspectiva de la audiencia?
Lo es, para recordar cuando eras pobre, para no olvidarlo nunca. Para recordar que tú eras público, y cómo te sentías cuando no sabías si te pagarían. Ver cómo algunos artistas financieramente acomodados hablan estos días, en las circunstancias actuales, de lo preocupados que están ante la posibilidad de convertirse en “un artista hambriento” es repugnante.
Creo que aún sigues subiéndote al escenario sin preparar tus sets. ¿Es una cuestión de prurito profesional, sentido del deber hacia el público o una cuestión de puro disfrute?
Simplemente hago lo que hago, la preparación carece de sentido casi siempre, se trata de pinchar como crees que debes hacerlo, sin ningún tipo de obligación.
¿Qué influencia tiene el público en el resultado de un set? ¿Es importante su actitud?
Yo pincho como quiero. Solo eso.
El primer set tuyo que escuché fue uno en The Loft, en Barcelona. Precisamente el 5 de junio tenías que actuar allí. La comunidad techno española siempre te ha recibido con grandes alharacas. ¿Algún club o festival que hayan dejado una marca especial en ti?
Mi affaire amoroso con Barcelona empezó con Nitsa y el Sónar, pero The Loft y Razzmatazz se quedaron grabados en mi corazón y siempre me lo he pasado en grande actuando allí.
Tu último disco como productor es del 2017. ¿Cuál es tu relación con los álbumes una vez que los has acabado? ¿Los reescuchas?
Raramente, me parecería algo rarísimo.
¿‘Respect’ es aún la mejor palabra del diccionario del clubbing?
Sí, pero la mayor parte de los artistas ha perdido el libro.
Por Yiyi Jolie
@JolieYiyi