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Uno de los problemas actuales de la música electrónica es que ya no se distingue de la demás”

Es uno de los últimos periodistas musicales que le quedan a un país, este, donde muchos de los que se hacen llamar así se limitan a volcar las notas de prensa que les llegan cada día, la crítica es un género desaparecido y la entrevista, un trámite soporífero. Ha escrito en medios como la extinta Rockdelux o La Luna de Metrópoli, y es autor de nuestra biblia del género, ‘Loops, una historia de la música electrónica’ (Mondadori). Javier Blánquez tiene tanto que decir que esta entrevista, donde hablamos de Prince, de Underworld, de Joy Division, de Burial y hasta de Taylor Swift, se nos ha ido un poco de las manos. Pero una sobredosis al año no hace daño, ¿no?

Perdón que empiece poniéndome nostálgica y hablando de mí misma (no puedo con mi egolatría), pero es que para mí tú has sido dios en materia de periodismo especializado en música electrónica. Leía La Luna de Metrópoli sólo por tus críticas de discos. Qué tiempos, ¿no?

Buenos tiempos, en efecto, y que lamentablemente ya no volverán, así que habrá que quedarse con lo más grato que nos deje el recuerdo. Básicamente, que hubo una época en la que en los periódicos de mayor tirada había un pequeño espacio en el que se podía hablar de música que no encajaba en el molde comercial, y que aquellos suplementos ayudaban a la gente a descubrir música que no sonaba por la radio, o que no encontrarías en las páginas de cultura del mismo periódico. Pero ya fuera porque se perdió el interés colectivo por lo distinto -cosa que no creo, sigue habiendo curiosidad- o porque internet modificó nuestros hábitos de consumo, búsqueda y recepción de recomendaciones, poco a poco esos espacios empezaron a languidecer. Y ya no volverán.

Han pasado 10 años por lo menos desde entonces y de repente (que no sería tan de repente) cierra Rockdelux, que era uno de los medios donde escribiste durante mucho tiempo y donde decías, daba la impresión, exactamente lo que te daba la gana. ¿Cómo te sentó la noticia?

Mal, porque fue la primera revista en la que publiqué, cuando yo aún no tenía ni idea de nada, y si no hubiera tenido aquella primera oportunidad ahora estaría en otro sitio, y no estoy seguro de que fuera un lugar mejor. Pero más allá de eso, que es una cuestión meramente personal y sentimental, el cierre de Rockdelux sienta mal porque para mí era el último bastión de una manera ‘old school’ de hacer las cosas: con jerarquía y contexto, con un criterio que determinaba esa jerarquía y una manera de mostrar la actualidad. Entrevisté a Santi Carrillo en noviembre y él era consciente de que una revista como Rockdelux, tal como estaba planteada, no podía durar mucho. Pero el simple hecho de que existiera ya era importante: era un recordatorio de cómo eran las cosas antes, de que había cosas que no deberíamos perder, aunque supiéramos que era una batalla perdida.

Una de las cosas que se han perdido en este tiempo es la crítica. Convertido el público en crítico, ¿qué espacio le queda al periodista musical?

Supongo que muy poco, al menos al periodismo musical tal como se ha entendido en los últimos años: la crítica es un formato en coma, la entrevista se hace tediosa porque hay muy poca gente con ganas de decir cosas de verdad, y en las revistas online la tendencia es más a sostener una media estable de usuarios únicos -lo que lleva a seleccionar temas por su morbo y su fácil consumo, que por su profundidad-, y eso hace difícil desarrollar un trabajo crítico sostenido en el tiempo. Queda el articulismo y el reportaje en profundidad, pero con las tarifas que se manejan es difícil que alguien quiera dedicarse a eso, a menos que sea metiéndole pasión y ganas, que es algo que dura poco tiempo. Yo me dedico ahora más a la docencia, y es un espacio interesante porque está claro la mayoría de la gente joven desconoce muchas cosas, y está abierta a conocer, pero demanda algo que vaya más allá del texto escrito, así que supongo que el periodismo tendrá que derivar hacia las pantallas y el audio: podcasts y YouTube. A mí me pilla ya muy viejo y no sé mirar a la cámara, pero si tuviera que hacer algo ahora, sería un canal de difusión histórica en internet.

Tampoco parece que tengas grandes expectativas respecto a la música electrónica. ¿No será que lo que está sucediendo interesante de verdad no lo llegamos a conocer, dada la gigantesca oferta musical de hoy?

Uno de los problemas actuales de la música electrónica es que ya no se distingue de la demás. El pop, el hip hop y la música latina urbana han conquistado unos medios de producción que ya no tienen nada de distintivo, ni tampoco dan pie a día de hoy a crear un marco sonoro revolucionario. Eso no significa que no se estén haciendo cosas interesantes, pero es cada vez más difícil encontrarlas: el volumen de producción es imposible de manejar, y antes de llegar al underground donde están las cosas interesantes hay que desbrozar antes casi todo el pop, casi todo el trap, casi todo el reguetón. No es que no tenga expectativas, porque hay cosas en las que merece la pena creer -el trabajo con inteligencia artificial de Holly Herndon abre un marco teórico y práctico nuevo, con resultados muy sólidos, por ejemplo-, y hay movimientos muy interesantes en el marco del techno o el ambient, pero a la vez hay mucha «technostalgia» y separar el grano de la paja implica más horas de búsqueda, afinar el criterio, y todo ello sin que quede muy claro a qué lleva todo eso. Por eso, la actitud preferible terminará siendo la de abandonarse a la corriente, sumergirse tranquilamente en el caos, y escuchar «lo que Surgeon». El público del pop ya lo hace.

Has traducido un libro sobre Joy Division en el 40 aniversario de la muerte de Ian Curtis, ‘Una luz abrasadora, el sol y todo lo demás’, que publica en breve Reservoir Books. ¿Hay algo en el libro que haya sido, para ti, una revelación?

No diría tanto. La historia de Joy Division la conocía en lo esencial, y el libro tampoco contiene grandes novedades que vaya a sorprender a nadie o cambiar el sentido del relato. Lo que sí tiene, en mi opinión, y que supera a otras obras relacionadas con Joy Division -los libros de Deborah Curtis o Peter Hook, por ejemplo- es que tiene una voluntad clara de ser la obra definitiva y coral en la que todas las voces tengan un protagonismo parecido, de ser la exposición más rotunda y exhaustiva de la historia del grupo, de su época y sus circunstancias. Al fin y al cabo, el gran misterio que rodea a Joy Division no se puede resolver, porque tendría que hablar Ian Curtis. Y Curtis fue muy hermético en vida, y no dejó muchas pistas sobre su manera de pensar, sobre los secretos y las angustias que guardaba. El libro pone mucho orden en las cuestiones clave  –los motivos de su suicidio, cómo fueron sus últimos días, su estado anímico–, pero aún así sigue quedando una duda constante, que supongo que es la que hace que se mantenga la fascinación por el grupo a día de hoy.

Soy la primera persona que conozco que, pese a haberlo intentado (incluso tengo varios álbumes), no ha logrado nunca que le gustase Joy Division (ahora es cuando mis amigos me dejan de seguir en las redes sociales. Ah, no, que no tengo). ¿Es grave? ¿Qué me estoy perdiendo?

No creo que sea la persona más adecuada para responder a eso. A mí siempre me han gustado más New Order, y aunque me interesan también Joy Division, y tengo los discos y todo eso, tampoco puedo decir que pertenezca al núcleo duro de esa religión. Comprendo la fascinación que generan, esa mística alrededor de la oscuridad, el desafecto por la realidad, la muerte, la depresión, etcétera, pero tampoco es algo que encaje mucho con mi personalidad. Hay aspectos que sí me atraen, que en ciertos momentos me llenan por su solemnidad (el uso de los sintetizadores en ‘Atmosphere’ o en ‘Decades’, por ejemplo), y comparto el marco intelectual en el que se desarrolló Ian Curtis, sobre todo en el aspecto literario, pero no respondo con esa fuerza intensa con la que conecta otra gente. ¿Es grave? No, no es grave, lo grave sería que no te gustara nada.

También tradujiste recientemente un libro sobre Prince apasionante, en el sentido de que, tengo entendido, era el resultado de lo que empezó siendo un proyecto autobiográfico. ¿Cuál es el origen de ‘The Beautiful Ones’ y qué dificultades te supuso?

En cierto momento a mediados de la década pasada, Prince sintió la necesidad de poner orden a sus recuerdos. En el libro se explica que en cierto momento empezó a sentir de manera clara y peligrosa la presencia de la muerte a su alrededor: empezaron a fallecer amigos y colaboradores, y si se había sentido inmortal en algún momento, empezó a ver claro que algún día le tocaría a él. Así que empezó a darle vueltas a la idea de un libro sobre él, que con el paso del tiempo se convirtió en un proyecto de autobiografía que iba a desarrollar con un periodista desconocido en el mundillo musical, Dan Piepenbring, pero que a Prince le había caído bien. Empezaron a trabajar, Prince llegó a escribir de su puño y letra una serie de cuartillas con recuerdos, y luego, de manera inesperada, falleció. El libro en ese momento sólo era un proyecto y no tendría por qué haber seguido, pero de la misma manera que los albaceas de Prince han estado publicando material de archivo almacenado en Paisley Park –según se cuenta, para generar ingresos que permitan mantener su casa como un futuro museo en Minneapolis–, también pensaron en qué manera esos materiales podían transformarse en un libro. Al final, fue un rescate de las notas manuscritas de Prince, una serie de fotografías inéditas y de documentos escritos –el primer borrador del argumento de ‘Purple Rain’–, y el libro es una especie de relato de los últimos años de Prince y de cómo empezó su carrera musical. Como traducción no fue un proyecto complicado. Lo único difícil fue traducir del lenguaje Prince al español, porque para decir «I» (yo) él decía «Eye» (ojo), pero escrito como si fuera un texto egipcio en piedra. Y sus «To» eran un 2, y sus «For» un 4… Así que tuve que inventarme un código, como de escritura SMS, para simular cómo escribiría Prince en español si usara esas abreviaturas y trucos (y de ahí salieron palabras como con100cian, muchos Q en vez de «que» y recursos así). El ojo del yo se quedó en un «Yo» mayestático, en mayúscula. Cosas así. Creo que es legible, dentro de lo ilegible que es este Prince jeroglífico.

¿Fue Prince el último músico que supo cultivar adecuadamente su misterio? ¿Las redes sociales han impuesto una cercanía perjudicial para los músicos, que ya no logran ser tan fascinantes como antaño?

No sé si fue el último, porque Burial también proyectó un aura especial gracias precisamente a esa opacidad absoluta con respecto a su imagen y su nombre, y de esto hace diez años, y el impacto fue muy intenso. Pero por mucho que me guste ‘Untrue’, hay que admitir que la carrera de Burial no es tan larga ni tan torrencial como la de Prince. Prince nunca fue transparente, nadie lo sabe todo, y cuando más se sabe sobre sus opiniones o sus gustos, o su forma de vivir y trabajar, en vez de arrojar luz lo que se consigue es ahondar en el misterio, y eso es fascinante, esas sombras son necesarias para construir un mito. En ese sentido, también son muy interesantes los últimos años de David Bowie, y estoy seguro de que él se mantuvo lejos del foco de manera deliberada, pues incluso ante la muerte nunca olvidó que era un artista, y que el misterio ayuda al arte. El problema de las redes sociales, en mi opinión, no es que muestren a los músicos como más cercanos, sino como más frívolos, al menos en el pop mainstream. El problema no es conocer más, sino que lo que conocemos es en realidad algo sin mucho interés: lo que comen, los amigos famosos que tienen en el mundo de la moda, sus secretos para tener unas uñas de medio metro, su último chapuzón en una piscina, el último tatuaje que se han hecho. Eso luego tiene un impacto también en la música: te la tomas menos en serio.

¿Lo llegaste a conocer?

No, nunca coincidí con Prince. Si hubiera llegado a actuar en el Liceu de Barcelona, quizá se hubiera dado la oportunidad, pero decidió no hacer aquella gira de piano y micrófono, y ya no hubo opción.

¿Cuál ha sido la estrella internacional que más te ha hecho sufrir en una entrevista?

Supongo que Rihanna, porque nos hizo esperar más de ocho horas a un grupo de unos 50 periodistas internacionales convocados en Londres. En realidad no me hizo sufrir, cuando nos dijeron que se retrasaría «algunas horas» nos dieron la posibilidad de salir a dar una vuelta, así que me fui a Piccadilly, me compré un libro, y luego estuve leyendo en la sala de espera, bebiendo té. Al cabo de ocho horas, Rihanna apareció, me dieron turno en la segunda mesa redonda, acabé y me fui.

¿Y la más esquiva?

Seguramente Taylor Swift, porque la entrevista (además, por teléfono) ya estaba directamente condicionada por su discográfica y su equipo de prensa: era más larga la lista de temas prohibidos -no le preguntes por política, ni por sus novios, ni por esto y lo otro- que los temas permitidos, así que al final quedó una cosa muy sosa y no hubo manera de esquivar los obstáculos, que hay maneras de hacerlo, pero con ella no se pudo. Una vez entrevisté a Carla Bruni y la consigna era: «no le preguntes sobre Sarkozy». Pero conseguí dar un rodeo y le pregunté por Sarkozy, y me respondió muy bien.

¿Y la más seductora?

No sé si seductora es la palabra, pero una de las entrevistas más insólitas y glamourosas que recuerdo fue una con Enya en Dublín. No fue en su castillo, sino en una mansión del siglo XVIII convertida en hotel de lujo -con pista de equitación y campo de golf-; a ella le habían reservado un salón con chimenea, tapices, cortinas nobles, candelabros, y te hacían esperar allí sentado un par de minutos hasta que aparecía. Y bueno, Enya es como te la imaginas: una mujer etérea, élfica, y además muy amable. Tampoco es muy abierta, porque quiere mantener el secreto, pero tiene algo profundamente encantador.

¿En el confinamiento has escuchado más música que habitualmente o te has hecho más bien una cura de silencio?

He escuchado tanta música como siempre, o más. Mi cura de silencio ha sido a nivel informativo y de redes sociales: el segundo es un terreno empantanado que es mejor no pisar, y el primero he querido consumirlo con cuidado, porque ha habido más interés por desinformar que por informar, así que me he refugiado en los libros, las películas y los discos. He aprovechado para escuchar decenas de discos que tenía en casa y que no me había puesto antes, sobre todo mucha música clásica, y discos electrónicos que si no los escuché en su momento, me he dado cuenta, era por algo; tampoco me han aportado mucho. No he tenido interés ni en las novedades ni en los DJs caseros, ni tampoco por el aluvión de recomendaciones: tengo centenares de libros, discos y películas por consumir, así que, obligado por las circunstancias, me lo he montado como si fuera un año sabático forzado.

¿Qué les pasa a los músicos famosetes españoles, que en cuanto ganan un poco de pasta se hacen más inaccesibles que Greta Garbo en su jubilación? ¿Están sobreprotegidos por managers y discográficas o son directamente tontos de remate?

Hay de todo, pero entiendo por dónde vas. Para muchos artistas el objetivo primero no es hacer música, sino hacer dinero. La música es un camino, como podría ser invertir en bolsa. Hay, en general, una urgencia por llegar lejos y lo más rápido posible, y ese impacto masivo –que antes conllevaba más tiempo y esfuerzo, primero te forjabas una carrera y el éxito llegaba, y con él la vida lujosa– ahora se puede conseguir más rápido y sin necesidad de dominar un oficio o tener un talento especial. Es más útil saberle sacar partido a los stories de Instagram que tener conocimientos de armonía o producción –que normalmente ya hará otro por ti–. Eso ha hecho que se borre en gran medida el espacio intermedio que hay entre los artistas y el público al que aspiran a llegar, y los medios de comunicación, salvo algunos en concreto, no son importantes para lograr su objetivo, y que cuando está alcanzado ya no necesitan más, sólo como un trámite para mantenerse. De todas maneras, las carreras hoy son mucho más frágiles que antes, el tiempo de atención del público más breve y la competencia más numerosa y feroz. Así que a mucha gente el karma les saldrá a devolver.

No me puedo ir sin referirme a ‘Loops’ y una espinita que tengo clavada desde que lo leí. ¿Por qué no te parecen interesantes Underworld?

Underworld me parecen interesantísimos, y acudo con regularidad al single ‘Rez’ y al álbum ‘Dubnobasswithmyheadman’. Los vi en 1996 en el Doctor Music Festival, cuando aún estaba Darren Emerson, y fue uno de los mejores directos de techno de estadio que he visto, junto con el de Orbital en el Sónar del 95. Ahora mismo no recuerdo qué se decía de ellos y qué espacio tenían en el libro –creo que estaban en uno de los capítulos de Juan Manuel Freire–, pero estoy seguro de que nunca se les ha dado la categoría de «no interesantes». Sí que es cierto que hay muchos nombres que requerirían más espacio, pero esto es tan aplicable a Stockhausen como a Daft Punk. El primer Loops tuvo que resumir un periodo de tiempo muy largo y una gran densidad de información en un volumen que puede parecer generoso en páginas, pero que planteó muchas limitaciones.

Me quedo más tranquila. Por último, ¿me das tres artistas electrónicos en activo a quien seguir?

Me ha gustado mucho el nuevo álbum de Vladislav Delay, la última novedad que escuché antes del confinamiento. Me interesa también el trabajo que está haciendo Kaitlyn Aurelia Smith en el ámbito del ambient. Y luego tengo una especial fascinación por Will Long (alias Celer), un músico americano que enviudó en circunstancias bastante tristes y se fue a vivir a Japón. Publica varios discos al año, todos de notas sostenidas (drones), pero con destellos de belleza que me dan una profunda sensación de protección. Muchos de sus discos sólo se encuentran en Japón (y en Spotify), y uno de los últimos, ‘Xiè Xiè’ –inspirado por el paisaje bladerunneriano de Shanghái–, fue una de las escuchas más plácidas del pasado otoño.

Por Yiyi Jolie
@JolieYiyi

Burial "Tunes 2011 to 2019"

ArtistaBurial
Título: Tunes 2011 to 2019
Label: Hyperdub
Formato: CD doble
Fecha de lanzamiento: 6 de diciembre 2019
Género: Dubstep, electrónica

Tracklist CD1

  • State Forest
  • Beachfires
  • Subtemple
  • Young Death
  • Nightmarket
  • Hiders
  • Come Down To us
  • Claustro
  • Rival Dealer

Tracklist CD2

  • Kindred
  • Loner
  • Ashtray Wasp
  • Rough Sleeper
  • Truant
  • Street Halo
  • Stolen Dog
  • NYC

Para celebrar el decimoquinto aniversario de Hyperdub, Burial selecciona ‘melodías’ de los últimos ocho años de sus lanzamientos de EP en el sello, para crear una más que bienvenida selección que se publicará en dos CDs.
 
La colección, con una especial atención del propio Burial en la secuencia de los tracks, muestra la profundidad y el brillo de su trabajo después de la era ‘Untrue’. El disco es un viaje en el que encontrar canciones largas, retorcidos trabajos de collage, zonas inesperadas. También nos mostrará su lado más afilado y pop para llevarnos de de regreso a los horizontes abiertos y embrujados de piezas sin ritmo.
 
Según aseguran en Hyperdub, ésta será una colección que nos resultará familiar pero a la vez, con tracks desconocidos para cada oyente.

Disponible en el sitio Hyperdub aquí y Bandcamp aquí.

Artista: Burial
Album: Rival Dealer
Label: Hyperdub

Más dura será la caída

Moriréis lenta y dolorosamente. Lo tenéis merecido. Os devorará la enfermedad desde dentro, las infecciones, la fiebre y el vómito. No tendréis consuelo ni alivio. Después de haberlo intentado todo, la enfermera no sabrá qué suministraros. No habrá morfina que os mitigue el dolor. Podréis pagar el médico más prestigioso, el tratamiento más puntero, la clínica más exclusiva, pero no resolverá nada. Podréis permitiros una planta entera en la Clínica Mayo, o en MD Anderson, sin que os sirva de nada. No habrá doctor ni hospital que os cure. El karma es más inmediato que el Juicio Final.

Asistiréis a vuestra desgracia y también a la de vuestra familia. Vuestros seres queridos correrán la misma suerte. No habrá jet medicalizado que los rescate a tiempo, ni los salvarán vuestras cuentas en Suiza. Seréis bien conscientes de lo que os pasa y sentiréis la muerte abrirse paso por vuestros tejidos. No tendréis la suerte de un coma inducido. Sin poder emitir un susurro, clamaréis al cielo mentalmente a cada mala noticia que os den. No os quedarán fuerzas para pedir clemencia. Os llevarán en silla de ruedas al entierro de vuestros hijos y os ahogará el llanto al recibir los pésames.

Pagaréis por las leyes que firmasteis, por los crímenes que perdonasteis y por mencionar a Dios en vuestro exclusivo beneficio. Que todo el daño que habéis causado recaiga en vuestro cuerpo maltrecho y vuestro espíritu depravado. Que todas las injusticias que habéis consentido sean el virus que os extermine. Que os aniquile vuestra codicia y voracidad. Que toda la desesperación que habéis provocado se vuelva vuestro lecho de muerte. Que los perros orinen sobre vuestras úlceras en carne viva y que las moscas desoven sobre ellas. Cuando os atragantéis en vuestro último banquete, nosotros cantaremos, bailaremos, fornicaremos y eyacularemos sobre la tierra que os cubre para cerrar la última herida abierta.

www.hyperdub.net/artists/view/Burial

Artista: Burial
Album: Street Halo EP
Label: Hyperdub

Lázaro, levántate y anda

Cuando alguien dice algo interesante y sobrecogedor, ese tipo de reflexiones lúcidas y simples que te dejan boquiabierto porque no comprendes cómo no se te había ocurrido antes a ti, esperas de esa persona que vuelva a hacerlo, que se repita la magia y te dé nuevas claves del funcionamiento del universo, del sentido de la vida, de la naturaleza humana, de tu lugar en el mundo.

Cuando alguien hace algo así, se convierte en el objeto de todas las miradas. Es normal que sea seguido como un curandero por una nube de lisiados y leprosos ávidos de sanación. Cuando todos esperan algo de ti porque eres realmente alguien especial, es habitual sacarle partido de algún modo. Lo normal, en este mundo nuestro, hoguera de vanidades, sería subirse al podio y ser entrevistado en el photocall por todas las reporteras guapas que le acercaran un micro. Lo normal es dejarse agasajar por los algodones de la fama y emborracharse de frivolidad.

Hasta Banksy ha caído en la tentación sin bajarse la capucha.

Pero Burial es alguien realmente especial. De verdad. En toda regla. Y nada a contracorriente incluso en eso. Para desconcierto del sistema de artistas que hacen música y con doble admiración por quienes aman su obra.

Sinceramente, yo estaba preocupado por cómo le iban las cosas. Me lo imaginaba como un ermitaño deprimido, horrorizado por la fama y la repercusión del estallido fulgurante de su trabajo. Pensaba que no sería capaz siquiera de intentarlo de nuevo. Incluso creía que lo intentaba una y otra vez, pero ya nada tenía la magia de antes. Y ahora resulta, como tantas otras veces me ocurre, que estaba absolutamente equivocado al respecto.

 http://www.hyperdub.net/releases/view/162/hdb013