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El otro día, pasando el plumero por los libros, me di cuenta de que mi ex se había llevado –no te lo pierdas, hace siete años- un libro mío, ‘Historia del DJ. Desde los orígenes al garaje’ (Robinbook) al irse de casa. Y me supo a cuerno el descubrimiento, si soy honesta. Porque entiendo que se llevase ‘Electroshock’, de Laurent Garnier, ya que se lo había regalado yo unas navidades, pero… ¡‘Historia del DJ’ formaba parte de mi vida, de mi capital cultural, de mi estantería!

Joder con los hombres. Y, hey, no estoy sacando una conclusión apresurada por un caso aislado, no (por cierto, también se llevó la maquinilla del pelo QUE ME HABÍA REGALADO ÉL). Es que es la segunda vez que me pasaba esto en mi vida. La primera desapareció algo así como el 80% de la biblioteca. También es cierto que los libros eran suyos. ¡Pero joderme me jodió igual!

En fin, el descubrimiento de que Mr. X se había llevado ‘Historia del DJ’ me hizo pensar en el enorme apego que le tengo a mi biblioteca musical. Tener vinilos mola, pero los libros de música son otra cosa, son como una síntesis entre carnet del Club de los Listos y bragas de Cicciolina (si eres fetichista de las bragas, claro). Moraleja: no prestes nunca un libro de tu enciclopedia musical (por cierto, amigo fulanito, que sepas que no me pasa inadvertido que aún no me has devuelto ‘Der Klang der Familie. Berlín, el techno y la caída del muro’, de Felix Denk y Sven von Thülen (ed. Alpha Decay), van ya para tres años)… Una, como fan de un estilo, necesita sentirse además parte de un club, ese sentimiento de pertenencia que da sentido a la existencia (y por extensión al gusto musical). Y entonces es cuando llega ‘Loops’ y le pone una tirita al problema.

Menudo aficionado a la música electrónica eres si no tienes ‘Loops. Una historia de la música electrónica’ (ed. Reservoir Books), coordinado por Javier Blánquez y Omar Morera. Es como vivir en Madrid en los 80 y no tener carnet de Rockola. Si hasta Ángel Molina dice en la contraportada que es “un libro esencial para entender la música que escuchamos”. Yo tengo la quinta edición, de 2009, en un único volumen de tapas blandas, 560 páginas. El caso es que el libro dejó de reimprimirse y se agotó. Y tiempo después llegaron a pagarse 500 pavos por él, de segunda mano. Había dejado de ser un libro para convertirse en unas bragas de Cicciolina intervenidas por Jeff Koons en el mercado del fetichismo de lujo.

El caso es que el libro se reeditó hace unos años actualizado, ampliado, en dos volúmenes (que también tengo, faltaría más) en bonitas tapas duras, azules unas, rojas las otras. Tengo mis diferencias con el criterio de Blánquez en varias cosas –por ejemplo, el poco interés mostrado en el libro por uno de mis grupos favoritos, Underworld– pero, vale, se lo perdono por todo lo que da en cambio: la consciencia de que la electrónica que tanto te gusta tiene los tentáculos mucho más largos de lo que creías. Le da una sólida genealogía al género, pone orden en su mito de la creación, establece su cronología, sus hitos clave, sus apóstoles, sus santos… Que sí, hace la biblia de la música electrónica.

Mi biblioteca musical es como un jardín de crecimiento lento, con pocas especies nuevas al año, pero ¡qué incorporaciones! Sobre el mito fundacional, ‘Techno Rebels. Los renegados del funk electrónico’, de Dan Sicko (Alpha Decay). El título de su prólogo ya lo dice todo: ‘Techno. Historia sagrada’. El porqué, el cómo y el quiénes en el Detroit que se reinventó musicalmente en los 90. También siento mucho aprecio por mi ejemplar de ‘Música de mierda’ de Carl Wilson (ed. Blackie Books) que va sobre un asunto tan fascinante como el gusto musical. ¿Quién dice qué es buen y mal gusto? ¿Por qué la crítica tal como la conocíamos ha desaparecido? ¿Por qué todo el mundo odia a Céline Dion? No te lo pienso prestar, por mucho que me lo pidas. Como tampoco pienso soltar ‘Cómo dejamos de pagar por la música’, de Stephen Witt (ed. Contra). Entre otras cosas, porque aún no me lo he acabado. Witt te cuenta de una manera novelada (excesivamente, diría yo) cómo se fraguó nuestra realidad musical actual, desde el nacimiento del ‘infame’ formato mp3 hasta Napster y eMule (¡qué entrañable!) pasando por cómo se las ingeniaban en las multinacionales discográficas para sacar música de extranjis y planchar CDs en los primeros años del milenio. Parece apasionante. ¿Que por qué no me lo he acabado aún? Ni idea. Tampoco me terminé ‘Historia del DJ’ y mira.

Por Yiyi Jolie
@JolieYiyi