Si hemos de consumirnos en llamas, bailemos.
La música ardiente de Fuck Buttons sigue marcando toda referencia a Blanck Mass. Cada nuevo título en la carrera en solitario de Benjamin Power viene a confirmar que, en efecto, él se llevó la mejor parte de aquel proyecto colectivo. En “Animated Violence Mild” comprobamos que su rabia no cesa. Su descorazonada visión del mundo, su ansiedad creativa y su capacidad de hacer arder las cosas están de vuelta.
El vísperas de un episodio apocalíptico, el tiempo no juega a tu favor. Poco importa el esmero que pongas en separar la basura en sus respectivos contenedores, o las veces que te hayas sumado a una buena causa en change.org, la cuerda se tensa lentamente alrededor del cuello mientras compras en Amazon cosas que no necesitas. Total, si no lo usas, súbelo. Power está obsesionado con todo eso, el despilfarro de recursos en un consumismo desaforado que está acabando con el planeta y la irresponsabilidad de las democracias que eligen presidentes criminales.
Cuando la angustia hace mella en el estómago, deja de apetecerte el plato a que acabas de pedir al camarero. No ves venir las fake news que te aprietan y te reducen, cerrando tu campo visual, porque nunca pones en duda lo que crees que has pensado de motu proprio. Hasta que un día te despiertas sudoroso, palpando a oscuras el suelo debajo de la cama, buscando un escondite donde meterte en posición fetal. Cómprate algo bonito que te haga olvidar.
La épica de Blanck Mass ha madurado en el dolor y la angustia. Como banderas desgarradas al viento, los temas de “Animated Violence Mild” se desintegran en jirones flameantes que trepan entre chorros de vapor. Las melodías crepitantes de sintetizadores, bordadas con hilo de oro, centellean sobre urdimbres de sonido opaco. La voz de Power se desgañita y prende en combustión espontánea, exhalando hierro fundido de los altos hornos. Rozando unas con otras, las partículas brillan en la oscuridad, abrasando el aire, hasta consumir el último átomo de oxígeno y acabar por ahogarte.